Jean Monnet y el Derecho internacional privado

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Jean Monnet y el Derecho internacional privado

 

por Javier Carrascosa González, Catedrático de Derecho internacional privado, Universidad de Murcia, España — 28 Septiembre 2015

 

.       Poco conocidos son ciertos hechos de la emocionante vida de Jean Monnet. Como tampoco son patrimonio del gran público los verdaderos motivos que inspiraron los ideales europeistas de Jean Monnet. Ambos elementos constituyen una buena razón para reflexionar sobre la función y los objetivos del Derecho internacional privado en el siglo XXI.

Jean Omer Marie Gabriel Monnet nació el 7 noviembre 1885 en Cognac, Francia. Jean Monnet fue un businessman, un empresario que sabía cómo ganar dinero. Un inversionista y banquero con amplias perspectivas internacionales, pues su padre le comisionó para que buscara nuevos mercados en los Estados Unidos de América a los negocios de la familia. Jean lo hizo a la perfección y comprendió una gran verdad: la soberanía territorial de los Estados europeos constituía un obstáculo para el crecimiento económico de todos, particulares y empresas, en Europa. Con arreglo al célebre dicho del economista francés Frédéric Bastiat, un auténtico genio de la economía y el Derecho: «Si las mercancías no traspasan las fronteras, lo harán los ejércitos». La parcelación del mundo en mercados diferentes, protegidos y sujetos a reglas jurídicas distintas, es negativa para todos. Si una empresa francesa tiene múltiples clientes alemanes, no deseará una guerra con Alemania. Si los consumidores españoles compran automóviles franceses, no querrán una guerra con Francia y los empresarios franceses tampoco querrán nunca una guerra con España. Jean Monnet es considerado, por ello, y junto con otros grandes pensadores de la geopolítica, como Konrad Adenauer, Robert Schuman y Alcide De Gasperi, uno de los «Padre de la patria europea».

Jean Monnet tenía 41 años cuando conoció a Silvia Giannini, entonces casada con Francesco Giannini, un representante de las empresas de Monnet en Italia. Jean Monnet y Silvia Giannini se enamoraron y en abril de 1931, Silvia dio a luz a una niña, de nombre Anna. Visto que era mujer casada, el padre legal de Anna era Francesco Giannini. En aquellos años, el divorcio no estaba contemplado ni permitido en la mayor parte de los países europeos. En Italia, desde luego, el divorcio no existía. Silvia y Jean Monnet se encontraron en Moscú en 1934. Jean Monnet regresaba desde China en el transiberiano, ella procedía de Suiza. Una vez en la capital de la URSS, Silva adquirió la nacionalidad soviética. Al ser rusa pudo acudir a los tribunales rusos. Solicitó y obtuvo sin problemas el divorcio de su marido Francesco Giannini. Jean Monnet y Silva contrajeron matrimonio en Moscú. El amor había triunfado. Sin embargo, no todo estaba resuelto.

La custodia legal de la menor Anna constituía un problema de enorme envergadura. Francesco Giannini no estaba dispuesto a dejar que dicha custodia fuera atribuida a Silva. El año 1935, Silvia viajó a China con su hija Anna y se refugiaron en el consulado de la URSS en Shanghai. Tras diversos avatares, se litigó por dicha custodia ante los tribunales de Nueva York, que en 1937 decidieron que Anna debía quedar bajo la custodia legal de su madre Silva. La cuestión radicaba, ahora, en que dicha decisión no era reconocida en otros países. Por dicha razón, debían ser extraordinariamente cautelosos si no querían que, en uno de dichos países, los abogados de Francesco Giannini llevasen el caso a la Justicia y obtuvieran la custodia de Anna y ésta fuera entregada a su padre legal. Jean Monnet y Silvia tuvieron otra hija, de nombre Marianne en 1941. Jean, Silva, Anna y Marianne regresaron a Francia tras el final de la Segunda Guerra Mundial, en 1945. El año 1974 falleció Francesco Giannini y fue entonces cuando Jean y Silva contrajeron matrimonio canónico en la catedral de Lourdes.

En 1979, Jean Monnet falleció a los noventa años de edad en Houjarray, Bazoches-sur-Guyonne, donde se dedicaba a escribir sus memorias.

Jean Monnet comprendió que la base real de la unión de los Estados europeos no era la geopolítica, ni tampoco una futurible «soberanía europea». En realidad, tras diversas etapas intermedias, puede afirmarse con toda propiedad que la hoy Unión Europea es un reflejo de las luminosas ideas de Jean Monnet. La Unión Europea está al servicio de las personas, no de los Gobiernos de los Estados miembros. Las personas, auténticas protagonistas de los intercambios transfronterizos, son el verdadero motivo de la creación de la hoy Unión Europea. El Derecho internacional privado constituye un elemento fundamental para el progreso de Europa y del mundo así como para el bienestar de todos los seres humanos. La vida personal de Jean Monnet es un ejemplo de lo que el Derecho internacional privado está llamado a hacer por la felicidad de las personas.

La mejor frase de Jean Monnet, un reflejo brillante de su audaz y luminosa posición ideológica es, sin duda, ésta: «Nosotros no unimos a los Estados, unimos a las personas «.

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Javier Carrascosa González, Catedrático de Derecho internacional privado, Univ. de Murcia, España.

 

 

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